Un poema es la imagen total de la vida expresada en su eterna verdad. Y esta es la diferencia entre un relato y un poema. El primero es un catálogo de hechos aislados sin más conexión entre sí que el tiempo, el lugar, las circunstancias, la causa y el efecto. El segundo es la creación de acciones sujetas a las formas inmutables de la naturaleza humana, tal como existen en el espíritu del creador, que en sí mismo es la imagen de todos los demás espíritus.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

          Un poeta es un ruiseñor oculto en la sombra que canta para alegrar su propia soledad con dulces sonidos; sus oyentes son como hombres extasiados por la melodía de un músico invisible, que se sienten conmovidos y enternecidos, aunque ignoran el origen y la causa de su emoción.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

         La poesía despierta y engrandece el espíritu mismo, tornándolo en receptáculo de mil combinaciones de pensamiento no sospechadas. Levanta el velo que cubre la belleza oculta del mundo, y hace que los objetos familiares sean cual si no fueran familiares; vuelve a producir todo lo que representa, y las personificaciones envueltas en su luz elísea perduran, desde allí en adelante, en los espíritus de aquéllos que una vez las han contemplado, cual recuerdos de ese contento dulce y elevado que se extiende a todos los pensamientos y acciones que ella acompaña.

        La poesía no es, como el razonamiento, una facultad que se ejerce conforme a las determinaciones de la voluntad. Nadie puede decir: "voy a hacer poesía". No puede decirlo ni siquiera el poeta más grande; porque la mente en la creación es como una brasa semiexitinguida que alguna influencia invisible, cual un viento inconstante, despierta a un transitorio esplendor. Este poder brota desde dentro, como el color de las flores que empalidece y cambia en el curso de su desarrollo, y las partes conscientes de nuestra naturaleza no pueden profetizar ni su advenimiento ni su partida. Si este influjo pudiese perdurar en su intensidad y pureza, sería imposible predecir la magnitud de los resultados; pero cuando el acto de composición comienza, la inspiración se encuentra ya en su ocaso, y la poesía más gloriosa que ha sido transmitida al mundo no es probablemente sino una débil sombra de las concepciones originales del poeta.

       La poesía nos obliga a sentir aquello que percibimos, y a imaginar aquello que conocemos.

FRAGMENTO SOBRE LA BELLEZA (1819)

      Es dulce sentir los encantos de la naturaleza en cada latido, en cada vena-pero más dulce aún es poder expresar este sentimiento a quien te ama. Sentir todo lo que es divino en la tierra verdecida y el cielo estrellado, es un placer penetrante, incluso vívido, que, una vez desaparecido, nos acosa como el recuerdo de un infortunio; pero si puedes expresar tales sentimientos, si asegurada la simpatía (porque sin la simpatía el sabor es peor que el de esas manzanas cuyo corazón es amargo como la ceniza), si la has conseguido, y puedes verter en el oído atento del otro los sentimientos que te han hechizado, se producirá en la expresión una exultación del espíritu-una gloria de felicidad que trasciende el éxtasis humano y parece envolver el alma en una halo inmaculado, sagrado e imperecedero como la luz que reviste a los santos.