En los muros altos de los pequeños jardines colgaban masas de flores blancas y purpúreas. OlÃa a almendras. Las escaleras de mármol de una iglesia descendÃan hasta mojarse en el agua; un mendigo, de pie en uno de los peldaños, presentaba su sombrero exponiendo su miseria, y mostraba el blanco de los ojos como si estuviera ciego; un vendedor de antigüedades, ante su tenducho, invitaba a los que pasaban, con gestos humildes, a entrar, con la esperanza de poder engañarlos. Asà era Venecia, la bella insinuante y sospechosa; ciudad encantada de un lado, y trampa para los extranjeros de otro, en cuyo aire pestilente brilló un dÃa, como pompa y molicie, el arte, y que a los músicos prestaba sones que adormecÃan y enervaban. El aventurero creÃa que sus ojos recogÃan todo aquel esplendor, que sus oÃdos estaban envueltos en aquellas melodÃas; recordaba también que la ciudad estaba enferma y que se trataba de ocultar tal circunstancia por codicia. Asà avanzaba con ansia desenfrenada hacia la góndola que marchaba ante él.
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-----------------------------------------------------------------------......................................-LA MUERTE EN VENECIA (1912)
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